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>Quiénes somos>Los camagüeyanos>Mariano Arámburo y Machado
Adalberto Afonso.
Camagüey, septiembre de 1991.

En 1992 se cumplieron cincuenta años del fallecimiento de un ilustre humanista nacido en Camagüey, que se distinguió como uno de los mejores oradores en su época, como filósofo, sociólogo, jurista, lingüista, crítico literario, periodista, y, principalmente, como poderoso ejemplo de dignidad y de firme moral cristiana, inquebrantables ante todas las pruebas. Los funcionarios de la cultura en la Isla lo han ignorado durante estas últimas décadas. La revista Enfoque, de la Diócesis de Camagüey, lo recordó con el presente artículo que escribí y que fue publicado en las páginas 6 y 7 del Nº 29, Año XI, correspondiente a octubre, noviembre y diciembre de 1991. He aquí mi modesto homenaje al siempre grande Mariano Arámburo y Machado.


Nació en Puerto Príncipe el treinta de noviembre de 1870, hijo de padre español y de madre camagüeyana (que falleció al mes de nacido su único hijo). Fue bautizado en la parroquia de Nuestra Señora de la Soledad. Cursó estudios en el Colegio de los Padres Escolapios de Camagüey. En junio de 1886, el Instituto Provincial de Segunda Enseñanza, de su ciudad natal, le expidió su título de Bachiller.

Tenía algo más de quince años cuando marchó a España. En la Universidad de Zaragoza cursó simultáneamente dos carreras, la de Leyes y la de Filosofía y Letras, de las que obtuvo sus títulos de licenciado en 1890. Al año siguiente, en la Universidad de Madrid, ganó ambos doctorados.

Desde muy joven se le admiró como culto conferenciante y brillante orador. Importantes salones como los del Ateneo de Madrid lo aplaudieron varias veces. Igualmente, durante décadas, la prensa española y cubana reprodujeron sus artículos sobre diversos temas.

Regresó a Cuba a fines de 1898, precedido de sus éxitos intelectuales. Aquí halló la indiferencia, la incomprensión o el desprecio de quienes le censuraban no haber abandonado sus actividades intelectuales -como hicieron casi todos los jóvenes estudiantes de su edad- para venir a Cuba a incorporarse a la guerra independentista. A mediados de 1901, volvió a España, donde permaneció hasta 1907. Se sentía como extranjero en cualquier parte: en España lo consideraban cubano y en Cuba, español, con las consiguientes reservas de aquellos momentos, recién concluida la cruenta guerra, de tantos años, entre España y Cuba.

De 1909 a 1913, como Enviado Extraordinario y Ministro Plenipotenciario, representó a Cuba en Chile y Bolivia.

A pesar de su prestigio internacional como jurista y de su elogiada obra literaria, las intrigas de grupos gubernamentales siempre le evitaron ocupar una cátedra universitaria o una magistratura, cuando otros, con un curriculum vitae mediocre y hasta con fama de indoctos y poco probos, ocupaban esas responsables posiciones.

La opinión de destacadas personalidades cubanas sobre el menosprecio de que fue víctima Mariano Arámburo, aparece frecuentemente en muchas reseñas biográficas. Su carácter incorruptible, su acerba censura a lo mal hecho y su honestidad proverbial lo hacían insobornable y enemigo de hipocresías y de complicidades ambiguas. De natural distinción y caballerosidad, muchos lo consideraban “pasado de moda”, de mentalidad dogmática y hasta retrógrado por mostrarse inclaudicable en sus firmes principios morales y cristianos.

Intelectuales como José María Chacón y Calvo, Max Henríquez Ureña, Antonio Iraizoz, Emilio Roig de Leuchsenring, Juan J. Remos, Juan Marinello, Manuel Curros Enríquez (el mejor poeta de la lengua gallega), Manuel Márquez Sterling, Nicolás Heredia, los novelistas cubano españoles Alfonso Hernández Catá y Alberto Insúa, así como José Manuel y Miguel Ángel Carbonell, Gastón Baquero, José Antonio Portuondo y muchísimos más han encomiado tanto su labor oratoria y literaria como su hombría de bien y sus afanes por el respeto a toda forma de derecho ajeno. Su biógrafo y albacea literario, el jurista e historiador Dr. Juan J. E. Casasús, lo llamaba (quizás algo hiperbólicamente) “nuestro último sabio”.

Fue el creador, en 1919, de la Academia Católica de Ciencias Sociales (verdadero centro de atracción para los intelectuales). De los varios honores que recibió, mencionaremos algunos: Presidente Honorario de la Academia Jurídico-literaria Aragonesa; Miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas de Madrid y de su correspondiente en La Habana; Presidente de la Sección de Literatura de la Academia Nacional de Artes y Letras; Académico Honorario de la Real Academia de Ciencias y Artes de Cádiz; Miembro correspondiente de la Orden de Abogados Brasileños de Río de Janeiro; Miembro de la Academia Nacional de Historia de Colombia; Comendador de la Real Orden de Isabel la Católica, nombrado por el Rey de España; Encomienda de Número de la Orden Civil de Alfonso XII, concedida también por el Rey de España; Miembro de la Real Academia Española de la Lengua; Presidente de la Academia Cubana de la Lengua, al sustituir a Enrique José Varona, quien propuso su designación.

La envidia y la mala voluntad de algunos individuos de influencia no triunfaron plenamente, pues Mariano Arámburo y Machado fue de los pocos cubanos que, por las virtudes de su vida privada, por su civismo e integridad, por la amplitud y diversidad de su cultura, por su constante defensa de los más preciosos valores éticos y por su bondad, ya en su tiempo era considerado como Maestro, distinción que la posteridad ha conferido a sólo unas cuantas de nuestras valiosas figuras, como Félix Varela, José de la Luz y Caballero, José Martí y Enrique José Varona.

Publicó cuarenta y dos obras, entre libros y folletos, así como numerosísimos artículos en periódicos y revistas de España, Cuba y otros países latinoamericanos. Fue antologado en obras de capital importancia como Biblioteca Internacional de Obras Famosas y Evolución de la Cultura Cubana. Entre los muchos libros que prologó se encuentra la importante obra Apuntes para la historia eclesiástica de Cuba. En varios diccionarios enciclopédicos y en textos sobre literatura cubana fueron incluidos su síntesis biográfica y un somero estudio de su creación.

A continuación citaremos algunos títulos de obras suyas que pueden ser consultadas en bibliotecas públicas o de particulares, pues obtenerlos resulta imposible, ya que no han vuelto a ser editadas: Origen, desarrollo y decadencia de la tragedia griega; Personalidad literaria de Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda; Impresiones y juicios; Monógrafos oratorios; El Doctor Angélico; Literatura crítica; Arte de buen vivir; Discursos cívicos; Filosofía del Derecho; Discursos académicos; Ocaso; Divulgaciones.

De Ocaso, publicado en 1938 y dedicado a la Agrupación Católica Universitaria, y de Divulgaciones, aparecido póstumamente en 1943, reproducimos unos fragmentos, característicos del pensamiento de ese ilustre coterráneo nuestro, ¡tan injustamente olvidado!, que falleció el treinta de junio de 1942, en la ciudad de La Habana:

“La mejor Constitución es la que no ha menester de ser escrita por estar grabada en el alma popular mediante la tradición”. Ocaso, página 42.

"La venganza podrá ser, como se dice, placer de dioses; pero no de Dios ni de los que a Dios temen y aman”. Ocaso, página 43.

“Sin el trabajo de la Iglesia no se hubiera producido la actual civilización occidental”. Ocaso, página 52.

“Como la familia es el primer campo de cultivo de la moralidad, también es la primera escuela de patriotismo. Los buenos hijos son a la vez buenos patriotas; los que se sienten capaces de dar su vida por mantener la de su pueblo”. Divulgaciones, página 42.

“Hay que volver a ciertas verdades de sentido común que se están borrando de la mente de los hombres, por los esfuerzos de los sectarios que quieren fabricar una nueva humanidad a su gusto. Hay que restaurar el saludable imperio de ciertos principios axiomáticos sobre los que se ha venido asentando la verdadera civilización. Hay que reimplantar la idea y el sentimiento de Dios en la mente y en el corazón de los hombres. Hay que persuadirse de que el quid de la felicidad humana no está sólo en lo económico, lo que no obsta para que se lleven a cabo cuantas reformas reclame la llamada justicia social”. Divulgaciones, página 221 y 222.

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Este artículo biográfico ha sido publicado en las revistas:

Enfoque. Diócesis de Camagüey. Oct-Nov-Dic, 1991. Año XI, Nº 29. Páginas 6 y 7.

El camagüeyano libre. Órgano oficial del Municipio de Camagüey en el Exilio. Publicación bimestral. Año XIII. Miami, Florida. Julio-agosto, 1996. Nº 4. Páginas 37 y 38.

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