>Quiénes somos>Los camagüeyanos>Carmen Zayas-Bazán, una vida trágica
Eduardo Zayas-Bazán,
para Camagüeyanos por el Mundo.
Miami, abril de 2006.
Es tan bella mi Carmen, es tan bella,
que si el cielo la atmósfera vacía
dejase de su luz, dice una estrella
que en el alma de Carmen la hallaría.
José Martí
María del Carmen de Zayas-Bazán e Hidalgo nació en Puerto Príncipe el 29 de mayo de 1853. Era la tercera hija de Francisco de Zayas-Bazán y Varona e Isabel María Hidalgo y Cabanillas, natural de Cienfuegos. Tuvo cinco hermanas: Rosa del Carmen, Isabel Amalia, María Amalia, María de los Ángeles y María Merced; y cuatro hermanos: Francisco, José María, Francisco Xavier y José Ramón.
Francisco, el padre, era abogado y propietario del Ingenio Monte Grande, en la jurisdicción de Puerto Príncipe. Dice el libro Orígenes, de Juan Bruno Zayas de la Portilla, que trata del linaje de los Zayas-Bazán: "Era autonomista y se oponía a la independencia de Cuba. En 1869, recién comenzada la Guerra de los Diez Años, estableció contacto con el Comandante insurrecto Francisco Arredondo y Miranda con la idea de aconsejarle que abandonara las armas. Arredondo lo arrestó, y como castigo, hizo que la escolta que lo conduciría hasta Sibanicú fuera íntegramente formada por soldados negros".
El 10 de octubre de 1868, Carlos Manuel de Céspedes en su pequeño ingenio La Demajagua, cerca de Bayamo, le dio libertad a sus treinta esclavos y declaró el Grito de Yara que dio comienzo a la Guerra de los Diez Años. En noviembre, Ignacio Agramonte levantó la bandera de la rebelión en la región de Puerto Príncipe. Era el resultado de un conflicto entre criollos y peninsulares que venía de muchos años atrás pero que se había exacerbado con el enriquecimiento de los españoles en la segunda mitad del siglo XIX. Fue una lucha larga, violenta y sangrienta en la que murieron 208,000 españoles y 50,000 cubanos y que tuvo lugar principalmente en el territorio que en 1878 se convertiría en las provincias de las Villas, Camagüey y Oriente. Al principio, los peninsulares contaban con el apoyo de los comerciantes españoles y sus familias, los habaneros prósperos de origen español, los voluntarios peninsulares de la clase media y media baja y un ejército de 7,000 hombres. Los criollos rebeldes contaban con parte de la población, los esclavos liberados, una minoría grande de blancos y una mayoría de negros libres.
Para octubre de 1869, se empezaron a quemar las plantaciones de azúcar con el propósito de destruir la economía. En este estado bélico se arruinaron muchísimas familias cubanas que por el conflicto se vieron forzadas a abandonar la Isla. Una rama de los Zayas-Bazán, entre ellos mi bisabuelo, se radicó en la República Dominicana. El padre de Carmen, don Francisco, ya viudo, optó por emigrar con su familia a México en 1871. Allí vivía Carmen con don Francisco y sus hermanas Isabel y Rosa. Conoció a Martí en la casa de Ramón Guzmán, un mexicano esposo de Rosa, en febrero de 1875. La fraternidad de los exiliados y la afición por el ajedrez de don Francisco, hicieron posible que Martí frecuentara la casa y eventualmente los jóvenes se hicieron novios. A pesar de las reservas de don Francisco, cuando Martí parte hacia Guatemala en enero de 1887, ya estaban comprometidos.
Martí y Carmen se casaron en la Catedral de México el 20 de diciembre de 1877. Ella tenía 24 años y él sólo era cuatro meses mayor que ella. Los recién casados viajaron a Acapulco y después a Guatemala, donde residieron hasta el 27 de julio de 1878, fecha en que partieron para La Habana vía Honduras.
Se había firmado la Paz del Zanjón, lo que hacía posible que Martí y Carmen regresaran a su añorada Cuba. A los once meses de casados tendrían a su único hijo, José Francisco Martí y Zayas-Bazán, que nació en La Habana el 22 de noviembre de 1878.
La llegada a La Habana fue una decepción para Carmen. Las autoridades españolas les eran hostiles y la situación económica era precaria. En una carta a Mercado le dice Martí: "Hoy mi pobre Carmen, que tanto lloró por volver, se lamenta de haber llorado tanto… Todo lo compensa mi mujer heroica y mi lindísimo hijo".
En La Habana Martí volvió a conspirar contra España: lo consideraba su deber. El 17 de septiembre de 1879 fue apresado y el 25 del mismo mes salía deportado para España. Carmen quedaba desamparada en La Habana. Al poco tiempo tiene que volver a Camagüey a refugiarse en la casa del padre, que nunca vio con buenos ojos su boda con el joven revolucionario.
En Madrid Martí está poco más de tres meses y en una carta le dice a su amigo Miguel Viondi, que fuera su compañero de bufete en Cuba: "¡Qué será de mí por estos yermos, sin noticias de mi mujer y de mi hijo!"
Martí decide trasladarse a Nueva York y desde allí le escribe a Viondi: "Desde el 3 de enero ando por las calles con las carnes sanas y los huesos fuertes, pero con el corazón herido por la mano más blanca que he calentado con la mía". A pesar de todo le manda a Viondi dinero para el viaje de Carmen y del hijo y le pide que los ayude a reunirse con él en Nueva York.
Se vuelven a ver en Nueva York el 3 de marzo de 1880. Martí se le queja en una carta a su amigo Mercado: "Carmen no comparte mi devoción a mis tareas de hoy, pero compensa estas pequeñas injusticias con su cariño siempre tierno y con una exquisita consagración a esta delicada criatura que nuestra buena fortuna nos dio por hijo… Regaño a Carmen porque ha dejado de ser mi mujer para ser su madre…". Martí protesta porque Carmen no entiende su pasión por Cuba, pero él tampoco entiende la pasión de una madre por su hijo y su deseo de formar un hogar estable y tranquilo.
Siguen meses muy ocupados en los que Martí asume la presidencia del Comité Central de Nueva York y trabaja para un periódico. Pero no ganaba lo suficiente para cubrir los gastos del hogar y el invierno se acercaba. Carmen decide volver a Cuba con su hijo a fines de octubre; habían pasado sólo ocho meses juntos, meses difíciles para el matrimonio.
En Puerto Príncipe Carmen se encuentra que no es bienvenida en la casa de su padre. María Amalia, una de sus hermanas menores, estaba casada con el coronel español Leopoldo Barrios y sus hermanos la veían como una carga familiar que no debía estar en esa casa y que incurría en gastos. Desesperada, le pide al padre la parte de la herencia de la madre que le correspondía desde hacía tres años "porque no tenía ni para zapatos del niño". Don Francisco se molestó ante lo que consideraba una impertinencia de la hija y le dijo que sólo podía darle 40 pesos para vivir y sus necesidades. Se ve forzada a vivir en casa de sus tías Isabelita y Carmen, que fueron como madres para ella, aunque la situación era tan mala que "comía escasamente con tal de salvarle la leche a mi hijo". En otra carta le dice a Martí: "... me han herido, me han injuriado, me han ofendido todos".
La animosidad del padre, de los hermanos y del cuñado español es porque se ha casado con un enemigo del gobierno español. Tampoco se lleva bien con los padres de Martí. Por eso, después de ir a La Habana, en una carta le dice al Apóstol: "Me llevo la triste convicción de que tu familia no me querrá jamás; al niño sí lo quieren". Y sobre su estado anímico le confía en la misma carta: "Tengo sed de cariño, de ver solícitas a esas gentes que me quieren todavía viviendo y llorando conmigo... ¿Cuándo verás a tu hijo?"
Carmen se resiste a ir a Caracas, donde se encuentra Martí, porque pensaba que lo correcto era que él regresara Cuba. En una carta fortísima lo acusa de cobarde: "Mucho más que tú tienen méritos esos hombres que lucharon y que hoy se rinden, no a un gobierno que combatieron sino a las necesidades de sus hijos no satisfechas… Sacrificar a todos y cantar purezas lejos del contagio, olvidando cuanto hay de más sagrado en la tierra, y más serio en la vida, ni es valor ni así se cumple con el deber".
Martí le responde en una larga carta en la que le explica que no se puede exponer a perder su libertad en Cuba, que no hay garantías y sin ellas no debe emprender el viaje a la Isla. Y termina la carta abriendo su corazón herido: "Me dices que vaya; ¡si por morir al llegar, daría la vida! No tengo, pues, que violentarme para ir; sino para no ir. Si lo entiendes, está bien. Si no, ¿qué he de hacer yo? Que no lo estimas, ya lo sé. Pero no he de cometer la injusticia de pedirte que estimes una grandeza meramente espiritual, secreta e improductiva".
Carmen se queda en Puerto Príncipe hasta que Martí con su trabajo de vicecónsul del Uruguay, sus artículos periodísticos y sus traducciones en 1882 puede alquilar una casita nueva en Brooklyn. Allí vivieron con cierta estabilidad. Pero Carmen era una mujer fuerte, exaltada, altiva y celosa que pretendía que Martí fuera no sólo un buen marido sino que se dedicara a su hogar y al trabajo productivo. Ya antes de casarse en una carta le había confesado a Martí: "Es cierto que desde que te vi te amé, pero también es cierto que desde que te conozco no he tenido un día de calma, pues los celos me matan…"
Sin embargo, Martí era un hombre público que tenía deberes importantes que chocaban con las aspiraciones de Carmen. La falta de compenetración entre ellos continuó y Carmen decidió regresar a La Habana con Pepito en marzo de 1885. Carmen no volvió a Nueva York hasta mediados de 1891. Habían pasado seis años separados y ya era demasiado tarde para el matrimonio. Martí entonces tenía una relación amorosa con Carmita Miyares. Y algo le habrán comentado sus amigas o quizás leyó en los Versos Sencillos estrofas como éstas:
Mi amor del aire se azora:
Eva es rubia, falsa es Eva:
viene una nube, y se lleva
mi amor que gime y que llora.
Se lleva mi amor que llora
esa nube que se va:
Eva me ha sido traidora:
¡Eva me consolará!
Versos que de clara manera decían que el poeta había encontrado en otra mujer el consuelo que la esposa no le daba. Tienen que haberla molestado tanto que a los dos meses de arribar, a espaldas de Martí y con la ayuda de Enrique Trujillo, se fue al consulado español para solicitar su regreso a La Habana.
Nunca más se volvieron a ver, aunque se escribían periódicamente y Martí le siguió enviando regularmente una mesada.
Después de la Muerte de José Martí, Carmen fue a Nueva York con su hijo en septiembre de 1895 para recoger las pertenencias del esposo, pero cumpliendo instrucciones de Martí, Gonzalo de Quesada le había dado a Carmita los cuadros y sus papeles.
Es justo hacer notar que antes de ese viaje Carmen trató, apenas murió Martí, de que le entregaran el cadáver de su esposo para enterrarlo en el panteón de la familia Zayas-Bazán. Su gestión con el General Arderius, Gobernador General, fue en vano. Pero debemos reconocer la digna actitud que asumió esta mujer, ejemplar para unos y egoísta para otros, ante el destino adverso que marcó su vida.
Contra la oposición de la madre, el hijo de Martí, a los dieciocho años, se unió al Ejército Libertador de Cuba el 21 de marzo de 1897. En la manigua obtuvo el grado de Capitán. Después de la Guerra de Independencia se hizo ingeniero y llegó a ser Secretario de Guerra y Marina, General y Jefe del Ejército Nacional de Cuba. Murió en La Habana el 22 de octubre de 1945 sin dejar descendencia.
Pienso que a pesar de sus diferencias, Carmen Zayas-Bazán fue la mujer que Martí más amó, aunque ella por su egoísmo y falta de comprensión no supo o no quiso corresponderle como Martí anhelaba. Carmen nunca se volvió a casar, pese a haber vivido junto al Apóstol muy pocos años. Llevó su viudez ejemplarmente hasta que falleció en La Habana el 15 de enero de 1928. Sus restos fueron trasladados de La Habana a Camagüey el 30 de junio de 1951 y depositados en el panteón de la familia Zayas-Bazán. Ese mismo día, los restos de José Martí se depositaban en un gran mausoleo en el cementerio de Santa Ifigenia en Santiago de Cuba. Triste epitafio de dos almas que nunca se entendieron.
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El Dr. Eduardo Zayas-Bazán es Profesor Emérito de East Tennessee State University y autor de libros de texto de español a nivel universitario. Actualmente dirige El Camagüeyano Libre, órgano oficial del Municipio de Camagüey en el Exilio; es vicepresidente de Herencia Cultural Cubana y tesorero de la Asociación Nacional de Educadores Cubano-Americanos. El artículo fue leído en 25 de enero de 2006 en el Instituto de Estudios Cubanos y Cubano-Americanos de la Universidad de Miami en la presentación de "Carmen Zayas-Bazán y Carmita Miyares en la vida de José Martí:".
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