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>Quiénes somos>El Camagüey>La Villa de Santa María del Puerto del Príncipe
Eduardo Zayas-Bazán Loret de Mola.
Presidente, Municipio de Camagüey en el Exilio.
Para Camagüeyanos por el Mundo.
Miami, Florida, marzo de 2000.

Siguiendo órdenes del Gobernador General Diego de Velázquez, la Villa del Puerto del Príncipe fue fundada por el Teniente a Guerra Diego de Ovando el 2 de febrero de 1514 en la Punta de Guincho, en el cacicazgo de Mayanabo, en lo que es hoy la ciudad de Nuevitas, en la provincia de Camagüey. La ceremonia de fundación ocurrió en el mismo lugar donde el Almirante Cristóbal Colón había plantado una cruz el 18 de noviembre de 1492.

A nombre de del Rey Fernando de Aragón, el heraldo de Diego de Ovando leyó el pregón de Diego de Velázquez que declaraba instalado un Ayuntamiento formado por un alcalde, dos regidores, un escribano y un aguacil. También se instaló la parroquia cuyos funcionarios reales eran un tesorero, un contador, un factor y un veedor. A los indios siboneyes que vivían en el cacicazgo se les obligó a construir bohíos de yagua y guano que servirían de ayuntamiento, iglesia y viviendas para los 55 españoles solteros que fueron sus originales habitantes, la mayoría aventureros que terminarían buscando fortuna en otras partes.

La vida era simple al principio. Los españoles les cambiaban a los indios baratijas por oro en polvo, hamacas, frutas y otros productos de la tierra. También salaban el abundante pescado que los indios les daban como tributo y después se lo vendían a los pocos barcos que visitaban el puerto.

El 13 de mayo de 1516, dos carabelas, el Osado y el Ave María arribaron; el Osado, de Sevilla, traía 66 hombres, mujeres y niños a los que se les puede considerar los primeros colonizadores. Las carabelas traían armas, ropa, útiles de labranza, semillas, aceite, velas, jabón, harina, ganado vacuno y caballar, y otros artículos para comerciar.

Pronto los españoles se dieron cuenta que les faltaba agua fresca y pasto para el ganado, y que la tierra era caliza y estéril. Así, en marzo de 1516 decidieron mudar la villa para el cacicazgo de Caunao, dejando atrás nueve hombres armados para proteger los edificios abandonados y para que sirvieran de correo entre la costa y la nueva villa. Eran 51 hombres, 23 mujeres, 16 niños, y 7 niñas. Había sólo 15 parejas casadas y con hijos.

En Caunao los españoles se apropiaron de los mejores bohíos, y haciendo uso de sus armas superiores, Diego de Ovando comenzó a repartir a los indios entre los vecinos de la villa en las famosas encomiendas. Al encomendero, a cambio de convertir a los indios al catolicismo, se le otorgaba control absoluto sobre sus vidas. Unos 3,000 siboneyes fueron distribuidos, entre 100 a 300 indios por vecino, según el linaje y posición de cada vecino.

A los siboneyes se les forzaba a plantar yuca, maíz, tubérculos, caña de azúcar, algodón y otras frutas. Los españoles hicieron corrales para el ganado, y se dedicaron a buscar oro en los arroyos y ríos cercanos. En menos de un año volvieron a construir el ayuntamiento, la iglesia, la tenencia y otras viviendas. El ganado -especialmente los puercos- se multiplicó debido al abundante palmiche, el fruto de las palmas. No satisfechos con ese estado bucólico, los vecinos les exigieron a los indios más trabajo y comenzaron a maltratarlos. Muchos siboneyes entonces se escaparon a los montes y los encomenderos los perseguían con perros rastreadores. Este abuso llevó a los indios a sublevarse en enero de 1538. En la hacienda Saramaguacán los siboneyes atacaron a los encomenderos y mataron a siete de ellos. Uno de los encomenderos logró escaparse y llevó la noticia a Caunao. Entonces Diego de Ovando, que había sido nombrado Teniente Gobernador, volvió a la hacienda con 20 hombres y encontró la hacienda destruida y los españoles muertos. El 5 de enero, los siboneyes atacaron la villa pero fueron repelidos por los españoles que los estaban esperando. Cientos de indios murieron en ese ataque. Los siboneyes entonces procedieron a quemar la villa y los vecinos se vieron forzados a abandonar Caunao y huir al cacicazgo de Camagüey, situado cerca del río Tínima, cuyo cacique, Camagüebax, tenía relaciones cordiales con los españoles.

El 6 de enero, al mediodía, después de marchar toda la noche perseguidos por indios hostiles, los españoles finalmente llegaron a Camagüey. Allí el cacique Camagüebax los recibió generosamente y les dio tierra para construir sus viviendas al este de su cacicazgo. De esa forma se estableció por última vez la Villa de Santa María del Puerto del Príncipe.

El centro de la villa se designó trazando una línea recta entre los ríos Tínima y Jatibonico. A mitad de la línea se puso una gran cruz que se había traído de Caunao con la campana de la iglesia. Pronto se terminaron todas los edificios oficiales, y esta vez el ayuntamiento fue construido rodeado de una palizada y foso como protección contra futuras rebeliones indias.

El español más odiado y temido por los siboneyees era el Capitán Vasco Porcallo de Figueroa, quien había fundado las villas de Sancti Spíritus y Sabaneque, y que, aunque casado con Tínima, la hija de un cacique, pasaba el tiempo recorriendo sus territorios y asaltando con cuadrillas de indios, negros y perros, los poblados siboneyes para hacerlos esclavos. Así se convirtió en el más poderoso y rico encomendero, capturando a miles de siboneyes, vendiendo a los jóvenes, dándoles de comer a sus perros los indios viejos y débiles, y enviando a las indias jóvenes a trabajar a sus haciendas de Camagüey, Sabaneque y Sancti Spíritus.

Debido a las atrocidades cometidas por Vasco Porcallo y otros codiciosos españoles, la mayoría de la población india fue exterminada; otros siboneyes prefirieron suicidarse, y muchos más murieron en una epidemia de viruelas que ocurrió en aquellos años. Con pocos indios para trabajar la tierra, los españoles se vieron forzados a buscar esclavos africanos. En 1530 Vasco de Porcallo trajo de Bayamo a su hacienda los primeros esclavos negros: 8 hombres, 12 mujeres, y 12 niños.

Para 1534 había 100 españoles viviendo en Camagúey. Además existían muchas uniones ilegítimas de españoles con indias, mestizos e indios con negras, y de negros esclavos entre sí.

En 1537 Cuba se separó del Virreinato de Santo Domingo y el rey empezó a nombrar directamente los gobernadores de la isla. En esa época partieron de Cuba una serie de expediciones en busca de tierra y riquezas. En 1538, la villa de Puerto Príncipe tuvo que contribuir decenas de hombres, 100 caballos y muchos comestibles a la expedición a la Florida encabezada por el Gobernador General Hernando de Soto. En 1539, Vasco de Porcallo otra vez forzó a la villa a contribuir voluntarios, caballos y víveres para su expedición guerrera a tierra firme. Estas expediciones depletaron la población, y para 1544 la situación se había deteriorado tanto que, aunque había muchos esclavos negros e indios de Yucatán, los siboneyes habían desaparecido, y sólo quedaban 14 familias españolas. Ese año las encomiendas fueron de hecho suspendidas por falta de indios. Finalmente, el 8 de agosto de 1553, el Gobernador General Gonzalo Pérez de Angulo formalmente abolió las encomiendas así como la esclavitud de los indios siboneyes.

El 2 de julio de 1555 tuvo lugar el primer ataque de piratas cerca de Puerto Príncipe. En esa fecha tres barcos comandados por el francés Jacques de Sores, y sus tenientes Samuel Sarmiento, portugués, y Juan del Plano, español, asaltaron la hacienda Cubanga. Los piratas arrasaron con el lugar, cargando con todo lo de valor, pasando a cuchillo a los blancos, y llevándose cautivas a las mujeres, a las que después de maltratarlas dejaron abandonadas en Cayo Coco.

El primero de enero de 1569 los habitantes de Puerto Príncipe eligieron en elecciones directas a síndicos y regidores, los cuales después designaron al alcalde.

En 1599 el convento de San Francisco fue establecido en la hermita de Santa Ana, cerca del parque mayor; dos años después, en 1601, la iglesia de Las Mercedes fue inaugurada en otra hermita. Los curas párrocos empezaron a llevar libros especiales en los que anotaban los bautizos, matrimonios, y muertes de los indios, muchos de los cuales eran yucatecos.

Entre los españoles y los indios no había tanta discriminación como entre los españoles y los esclavos negros. A estos últimos se les consideraba de la más baja condición social y no tenían ningún derecho político. Fue al principio del siglo XVII que los españoles, los mestizos y los indios comenzaron a fraternizar, formándose de esa manera el origen de la mayoría de las familias camagüeyanas.

En 1616 la villa fue destruida por un fuego que fue iniciado por indios fugitivos y esclavos cimarrones que se habían sublevado originalmente en Sancti Spíritus y Trinidad. Los archivos del ayuntamiento y de la parroquia fueron quemados, así como la colección de arte indio y colonial que Silvestre Balboa Troya y Quesada había destinado al museo de El Escorial en España.

A comienzos de 1617, la villa se volvió a levantar. Se trazó una línea recta desde la antigua plaza de armas hasta el río Jatibonico. En el medio de la línea, donde hoy está la Plazuela de Maceo, se plantó la cruz. Se construyeron otra vez la plaza de armas, el ayuntamiento y la parroquia.

Fue entonces que uno de mis antepasados empezó la fabricación de los famosos tinajones camagüeyanos, grandes vasijas de barro que se usaban para preservar las aguas pluviales. Era el padre del Capitan Jacinto Recio y Sotolongo, alcalde de Puerto Príncipe en 1636, 1641, y 1649, y aunque en el libro Apuntes de Camagüey aparece que su nombre era Simeón Recio, el Conde de San Juan de Jaruco en su Historia de familias cubanas afirma que su nombre era don Antón Recio y Márquez.

El 3 de enero de 1611, la Real Audiencia de Santo Domingo declaró que el título de Don sólo podría ser usado por obispos, nobles y sus descendientes. Muchas familias camagüeyanas que tenían pretensiones de nobleza empezaron el proceso de ser certificadas con "limpieza de sangre", que significaba que no tenían antecesores indios, negros o judíos, y por lo tanto podían obtener permiso del rey para usar el título de Don. Pocas familias recibieron el permiso hasta que el 3 de julio de 1664 se estableció que "los títulos de Dones pagarán 200 reales y siendo por dos vidas 400 y siendo perpetuos 600". Basta decir que todas las familias camagüeyanas que pudieron enviaron los 600 reales a la Hacienda española, que de esa forma recaudó una gran suma de dinero.

El edificio más antiguo que hoy existe en la ciudad de Camagüey es el Hospital e Iglesia de San Juan de Dios, que fue donado en 1728 por el Capitán Gaspar Alonso de Betancourt y Cisneros y su esposa Angela Hidalgo y Agramonte. Este edificio ha sido declarado Monumento Nacional.

El casco histórico del Puerto Príncipe colonial data del siglo XVII. Sus calles estrechas y curvilíneas y sus callejones sin salida parecen diseñados para repeler los ataques de piratas que ocurrieron en los primeros dos siglos de la villa. Puerto Príncipe es la única de las primeras siete villas cuyo centro no tiene casas con los portales al frente que eran típicos de la arquitectura de esa época. Esto sucedió porque las estrechas calles sólo tenían al frente quicios o andenes hasta 1850, año en que el Ayuntamiento acordó construir aceras en las calles principales de la ciudad.

En el casco histórico de Puerto Príncipe, una cuadra tenía muchas casas, una al lado de la otra, sólo separadas por gruesas paredes. La casa típica tenía gran influencia andaluza, y estaba construida para ofrecer privacidad y protecciónn contra los ladrones. El frente de la casa tenía grandes ventanales con barras y una puerta enorme en el centro que abría a una sala donde se recibía a las visitas. A un lado estaba la cochera, con una puerta de entrada para los coches y detrás un establo para los caballos. Un arco árabe ornamental separaba la sala del amplio comedor con gabinetes de madera para la vajilla y los cubiertos; seguía la cocina, y una habitación para la servidumbre. Al otro lado de la casa había varias alcobas conectadas por grandes puertas, cuyos ventanales daban al patio interior. El patio se encontraba sembrado de canteros con olorosas flores, y tinajones en las esquinas para recoger el agua de lluvia que caía del tejado. Los servicios sanitarios estaban en el patio, y consistían de una casita independiente provista de un largo banco de madera con varios huecos.

Los edificios más notables de Puerto Príncipe son sus iglesias: la Iglesia Mayor y Catedral, con sus tres grandes naves y alta torre, que da al Parque Agramonte con su famosa estatua; la austera Iglesia de la Soledad, en cuya cripta están enterrados muchos distinguidos camagüeyanos; la Iglesia de las Mercedes, con sus tres naves y altares y sepulcro de plata; y la antes mencionada Iglesia de San Juan de Dios.

El 12 de noviembre de 1817, el Rey Fernando VII firmó un Real Decreto por el cual se le daba a la Villa de Puerto Príncipe el título de Ciudad, y oficialmente se aprobó el Escudo de Armas decorado con dos palomas a la izquierda y un galgo a la derecha. En 1903, se cambió oficialmente el nombre de Puerto Príncipe a Camagüey.

Ahora Camagüey es la tercera ciudad de Cuba con unos 275,000 habitantes. Con la llegada de la revolución comunista, se ha construido una circunvalación al norte para facilitar el tráfico, y al este y oeste proyectos públicos y otros edificios gubernamentales. Sin embargo, el centro histórico de la ciudad se ha deteriorado debido a falta de fondos. En años recientes, con el nuevo énfasis que se le ha dado al turismo, el gobierno ha reparado la Plaza de San Juan de Dios, los cristales y el mármol del Teatro Principal, la casa del Mayor General Ignacio Agramonte, ahora museo, el Palacio Bernal, y otros notables edificios históricos. En el futuro incumbe a Herencia Cultural Cubana y a otras fundaciones no gubernamentales dedicarse a la labor de restaurar esas iglesias, palacios, monumentos y casas históricas para que nuestros hijos y nietos puedan apreciarlos en su plena belleza.


OBRAS CITADAS

Juárez y Cano, Jorge.
Apuntes de Camagüey. Tomo 1.
Camagüey: Imprenta "El Popular", 1929.

Santa Cruz y Mallén, Francisco Xavier de.
Historia de familias cubanas. Tomo 3.
La Habana: Editorial Hércules, 1942.

NOTA:
Edificios, sitios y objetos a los que hace referencia el texto pueden ser apreciados en las secciones "Imágenes - Recuerdos de Camagüey" e "Imágenes - El Camagüey de Hoy", dentro de Camagüeyanos por el Mundo.

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