>Quiénes somos>El Camagüey>Los tranvías de mi ciudad
Ana Dolores García,
para Camagüeyanos por el Mundo.
Agosto, 2004.
Los tranvías de mi ciudad
Trenes y tranvías
La ciudad de Camagüey, en el centro de la región ganadera más importante de la isla de Cuba, rica a la vez en campos de caña y grandes centrales azucareros como lo fueron Jaronú y Esmeralda -por mencionarlos con sus nombres originales-, fue también una de las pocas y privilegiadas poblaciones de América que, desde las postrimerías del siglo XIX, tuvo tranvías recorriendo sus angostas y retorcidas calles.
Los orígenes del transporte sobre rieles en Cuba se remontan a 1837 al inaugurarse, el 19 de noviembre de ese año, el primer tramo de la línea que unía a la ciudad de La Habana con el pueblo de Bejucal, adelantándose así a todos los otros países de Hispanoamérica y aún a la propia metrópoli, España. Muy pocos años después, en 1846, comenzó a funcionar en la región de Camagüey el segundo ferrocarril de Cuba, que enlazaba a Puerto Príncipe con el más importante puerto de la región, el de Nuevitas, por donde llegaba un notable flujo de pasajeros y de carga en general, ya que el transporte marítimo era por entonces la principal y más rápida vía de comunicación.
Cuba tuvo uno de los primeros trenes de tracción animal en el mundo, que cubría el recorrido entre Regla y Guanabacoa, inaugurado en 1843, mientras que la ciudad de La Habana estrenaba su primer tren urbano en 1858, adelantándose nuevamente a todas las ciudades de Europa, con excepción de París.
Primera etapa de los tranvías de Camagüey: los tranvías "de sangre"
El desarrollo del transporte urbano sobre rieles corrió parejo al del transporte ferroviario entre poblaciones. Mucho antes de los primeros tranvías eléctricos, existieron los de tracción animal y con ellos contó Puerto Príncipe en exclusiva entre todas las poblaciones del interior de la isla. En efecto, Enrique Loynaz del Castillo, camagüeyano de sólidos ideales independentistas, fundó en el año 1893 la compañía "Ferrocarril Urbano de Puerto Príncipe" con el propósito de crear en la ciudad una línea de comunicación servida por tranvías de tracción animal, conocidos también como tranvías de sangre.
Héctor Juárez Figueredo, continuador de una valiosa dinastía de historiadores camagüeyanos, narra en "¿Conoció usted los tranvías de Camagüey?", trabajo publicado en el Boletín Diocesano de Camagüey Nº 62, noviembre de 2003, las frustradas peripecias insurgentes de Loynaz del Castillo aprovechando la introducción de esos primeros tranvías de sangre:
"La empresa, desde su inicio, fue vista por Loynaz como una cobertura para apoyar el trabajo del Partido Revolucionario Cubano en la Isla. Y a fines de año (1893) embarcó hacia los Estados Unidos a fin de comprar allá seis carros y varios kilómetros de vía de una quebrada compañía tranviaria de Nueva Jersey, que se remataban en subasta pública. Los vehículos deben haber sido fabricados originalmente por la John Stephenson Co., de Nueva York, la mayor firma productora de tranvías en esa época.
En Nueva York, Loynaz compró el material y fletó el vapor noruego Alert para conducirlo a Nuevitas. A la par, acordó con Martí llevar un armamento destinado a la revolución en el Camagüey, que se escondió bajo los asientos de madera de los carros. El 30 de marzo de 1894 arribaba el buque a la bahía cubana. La descarga del Alert tuvo lugar el 31 de marzo. Y el 2 de abril, en el tren de carga, y a las 2.00 P.M., llegó el cargamento a Puerto Príncipe. El alijo de armas fue denunciado a las autoridades y confiscado aquella propia noche. En la madrugada, Loynaz tuvo que escapar, en un viaje lleno de incidentes novelescos".
Este alijo de armas se componía de 200 rifles Remington y 48,000 cartuchos de dinamita, que no lograron llegar a manos de los futuros insurgentes. Nuestros primeros tranvías tuvieron, pues, un malogrado comienzo patriótico.
Apenas dos meses después de la llegada de estos seis pequeños tranvías o "carritos", como popularmente se les conocía, comenzaron a colocarse los rieles. Y el 11 de noviembre de 1894 se abrió al servicio público el primer tramo con un recorrido que arrancaba en la estación del ferrocarril Puerto Príncipe-Nuevitas o "Paradero de San José" (situada muy cerca de la estación ferroviaria actual), tomaba por la calle Avellaneda, llegaba hasta la calle Soledad (llamada con posterioridad sucesivamente Estrada Palma e Ignacio Agramonte), para doblar en ella a la derecha rumbo a la Plaza de la Soledad. Este fue el primer recorrido de nuestros primitivos tranvías, tirados por caballos.
Sello postal emitido por Cuba en 1994 para conmemorar
el primer centenario de los tranvías de Camagüey.
Al siguiente año, 1895, la línea fue extendida hasta la Plaza de la Caridad. Dividida en dos ramales, uno de ellos llegaba sólo hasta la Plaza de Paula (Maceo), atravesando la calle conocida entonces como "del Comercio" y que al surgir la república se denominó Maceo. El otro ramal continuaba por la calle Soledad hasta doblar por Candelaria (Independencia), calle que recorría en toda su extensión hasta la Plazuela del Puente y, a través de la Calzada de la Caridad, llegaba hasta la amplia plaza que rodea esa iglesia.
Las naturales complicaciones originadas por el inicio de la Guerra de Independencia el 24 de febrero de aquel año 1895 fueron un obstáculo para la implementación de las proyectadas ampliaciones del sistema tranviario, al que se pretendía hacer llegar hasta el cementerio y el Hospital de San Lázaro. Aun así, aquellos pequeños tranvías y sus caballos compartieron nuestras calles con volantas y quitrines hasta el año 1900.
Esta foto nos muestra un tranvía en la ciudad de Anacostia,
Washington, D.C., a fines del siglo XIX. Similares a éste
fueron los primitivos tranvías de Puerto Príncipe.
(Foto publicada por The Washington Post Magazine, 16 de mayo de 2004.)
Podemos agregar que fue el 3 de julio de 1921 cuando se inició la renovación del pavimento de las más importantes calles de la ciudad, dejando de ser empedradas para revestirse de adoquines. Sin embargo, no todas tuvieron la suerte de ser consideradas calles principales y permanecieron siendo "de tierra" hasta la década de los años cuarenta, durante el mandato del Presidente Ramón Grau San Martín, en que fueron asfaltadas o cubiertas con concreto.
La siguiente foto (The Rotograph Co., N.Y.C. [Alemania], edición de 1905), nos deja ver una de aquellas antiguas calles camagüeyanas:
La segunda etapa: llegada de los primeros tranvías eléctricos
El "Ferrocarril Urbano de Puerto Príncipe", empresa operadora de los tranvías de sangre, fue adquirido en 1900 por "The Puerto Principe Tramway Company" y de este modo dejó de funcionar aquel medio de transporte para ser sustituido por otro más moderno, el de los tranvías eléctricos. Ese mismo año comenzaron a removerse los rieles aunque se dejaron las traviesas como base para las futuras vías de los nuevos tranvías. Sin embargo, hubo que esperar ocho años para que se inaugurara el servicio de los tranvías eléctricos, el 1º de mayo de 1908.
Un paréntesis para reproducir, por su singularidad, uno de los discursos de aquel memorable acto en el Hotel Camagüey al inaugurarse los tranvías eléctricos en nuestra ciudad. Discurso que fuera pronunciado por José Bonifacio Flores y que ha llegado a mis manos por gentileza del Dr. Emilio Cosío, que así nos lo presenta:
"José Bonifacio Flores fue un personaje popular en Camagüey por la costumbre que tenía de hablar siempre con un lenguaje altisonante y enrevesado, como cuando se dirigió a un lechero diciéndole: "Decidme hombre rústico, ¿a cómo cotizáis el producto lácteo de la consorte del toro?"… y por supuesto, el lechero le lanzó un disparate pensando que se estaba burlando de él. El día de la inauguración del tranvía alguien tuvo la ocurrencia de subirlo a la tribuna e invitarlo a decir unas palabras. Jamás pudo imaginar que estaba contribuyendo al nacimiento de una pieza oratoria única, que formaría parte del caudal folklórico popular de Camagüey. Próximos ya los cien años de haber sido pronunciado, se mantiene vivo el recuerdo de su autor que, sin intentarlo, opacó con el olvido más absoluto los discursos y los nombres de las personalidades con las que compartió la tribuna ese día".
Discurso pronunciado por José Bonifacio Flores, el día 1º de mayo de 1908, en el acto que tuvo lugar en el Hotel Camagüey, con motivo de la inauguración de los tranvías en la ciudad:
"Señores:
Aunque soy el menos audaz de los que me han precedido en el uso de la palabra castellana, un dolor plenipotenciario y consular, marítimo y religioso me indispone a vuestra presencia en esta reunión de óptimo compacto, para hablar del tranvía camagüeyano.
¡Oh, señores! Nada más hermoso que el pétalo de los florecientes carros; en ellos nuestras blancas, que son azucenas, y nuestras negritas, que son flores etiópicas, se adormecerán al dulce y melancólico arrullo de los cables y los troles.
¡Qué incubación más preciosa que la de la electricidad y el motorista! La imaginación tropical de los trópicos ardientes se confunde al ver rodar clandestinamente, morosamente, la electricidad de sus henchidas ruedas sobre los plateados raíles que, cual exóticas plantas, brotan fragancia de civilización y de progreso. Las selvas, los ríos, el oxígeno hidratado, la urbe de la ciudad y esas cantinas alimenticias con sus butifarras y longanizas que, cual oasis del desierto, esmaltan nuestros Campos Elíseos, son un argumento de fuerza para convencer al más incrédulo de lo que significa el tranvía.
Se me objetará que el progreso va dejando un rastro de sangre, y es verdad señores; allí están las huellas sanguinolentas de los satos impúdicos, alias perritos, que en su afán de perpetuar la raza se arraciman en medio de la vía para oponerse a la civilización y al progreso arrollador; pero, ¿qué es un poco de sangre, vulgo globo rojo, comparado con el beneplácito de los contribuyentes? Nada, señores; la impresión que produce un coche pretalado retornando de La Caridad, como inmenso cangrejo amarillento, para el paradero, compensa los tristes afanes de nuestros pobladores.
Y voy a terminar: réstame tan sólo dar mis gracias más henchidas y legendarias a los anfitriones de este suculento banquete, en el que he podido orientar mi atribulado espíritu; por él y por sus servidores he sentido abierto un pentagrama en la región más alta de mi cúpula craneana; mis calcinantes ideas, mi alma cubana y mi órgano latente se han refrescado cual la lava ardiente de los volcanes al entusiasmo y patriotismo que en estos momentos me embarga. He dicho".
Cómo eran aquellos primeros tranvías eléctricos
La empresa que tenía a su cargo estos tranvías, "Camaguey Electric Company" (nótese que ha cambiado el nombre de "Puerto Príncipe" por el de "Camagüey"), había sido registrada en Halifax, Nova Scotia, en 1906. Lamentablemente no se conoce el origen de los ocho tranvías que inauguraron el servicio, ya que no se ha podido encontrar información alguna sobre sus fabricantes. Se presume que fueron construidos en Canadá, tal vez por la empresa Rhodes Curry Co. de Nova Scotia o por la Montreal Street Railway de Québec.
Los caballos o mulos fueron sustituidos por troles para hacer andar a aquellos tranvías. Los troles son pértigas, varas largas o armaduras de hierro que, colocados sobre su techo, sirven para transmitir a los tranvías eléctricos la corriente del cable conductor, de alta tensión, que corre suspendido arriba del centro de las vías, tomándola por medio de una polea o un arco que lleva en su extremo.
Uno de los primeros tranvías eléctricos de Camagüey, circulando por
la calle Van Horne, frente a la estación del ferrocarril. Se puede
apreciar el "estribo" a todo lo largo de su lado izquierdo.
(Foto de la colección de Robert Perschkes.)
Fueron ocho aquellos primitivos tranvías eléctricos de Camagüey. Y fueron de los pocos modelos "abiertos" que hubo en Cuba, además del que existía en La Habana y otros dos en Matanzas. Tenían a cada lado un tablón o estribo, por el que los pasajeros subían a, o bajaban de los asientos de madera, y por los que caminaba el conductor para cobrar el importe del pasaje. Manuel Funes Cardoso recuerda que los asientos eran simples bancos de madera sin tapizar, de lado a lado del carro, a los que se accedía por los mencionados estribos laterales. Agrega Funes que estos carros también estaban provistos de unas llamativas lucecitas de colores.
Pronto se unió un nuevo tranvía a esta pequeña flotilla, ordenado a fines de 1908 a una compañía de Philadelphia. Se trataba de un tranvía con plataforma motorizada de cuatro ejes, y pasó a ser el único tranvía de ocho ruedas que, fuera de La Habana, rodaba en Cuba.
Más tranvías y nuevas rutas
Cinco años más tarde, en 1913, la "Camaguey Electric Company" adquirió otros cuatro tranvías con los que se inauguró, en el mes de agosto de aquel año, la nueva ruta de Bembeta.
Nuestra ciudad contaba ya con catorce tranvías y dos rutas. Y seguía ampliando y mejorando su servicio de transporte con la llegada de otros seis tranvías, ordenados en octubre de 1918 a la misma fábrica de donde procedían los anteriores. Éstos ahora presentaban la particularidad de que eran "cerrados", provistos de puertas, con sus asientos a cada lado de un pasillo central. Tenían forma curva en los extremos y las puertas al lado derecho, situadas una en la parte delantera y otra a la mitad del carro. Eran unidireccionales, es decir, los controles se encontraban en un solo extremo.
El 10 de octubre de 1921, día de fiesta nacional para conmemorar el inicio de la Guerra de los Diez años, pudo inaugurarse la nueva ruta de Garrido, que empalmó con la de Bembeta. Sobre el mapa de la ciudad quedaban trazadas y cruzadas las líneas que unían los cuatro puntos cardinales: de norte a sur y de este a oeste, formadas por las dos rutas que a partir de entonces y hasta su extinción iban a recorrer los tranvías de Camagüey: Libertad-Mártires y Bembeta-Garrido.
Los recorridos
La línea Libertad-Mártires, cuyo embrión fue aquel primer trozo que iba desde la Estación de San José a la Plaza de la Soledad (1894) al paso cansón de caballos o mulos, y que luego fue extendida hasta la Plaza de la Caridad por un extremo, y a la calle Van Horne por el otro, llegó aún más al norte a todo lo largo de la Avenida de Los Mártires para cubrir la populosa barriada de La Vigía. Redondeaba su recorrido en la plaza -siempre por hacer- de la sabana del arroyo de Beatriz Méndez, el mismo lugar escenario del fusilamiento de Joaquín de Agüero, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides, y donde en tiempos de república levantaban sus carpas el circo Santos y Artigas y los demás circos que visitaban nuestra ciudad periódicamente. Desde allí bajaban hacia el sur aquellos grandes y anaranjados tranvías a través de la mencionada Avenida de Los Mártires y continuaban su recorrido por la calle República hasta la Plaza de la Soledad. Doblaban a la derecha para tomar la calle Estrada Palma rumbo a la Plaza de la Merced y allí hacían un nuevo giro, esta vez a la izquierda, y tomaban toda la calle de Cisneros hasta la
Plazuela del Puente sobre el río Hatibonico. El final de la ruta eran la Avenida de la Libertad y la Plaza de la Caridad.
Daban la vuelta y emprendían el regreso hacia el lugar de origen, la Plaza Méndez, tomando esta vez la calle Independencia en lugar de Cisneros. Atravesaban la Plaza de Paula (Maceo) y enfilaban por Maceo hasta la de la Soledad, verdadera encrucijada de todas las líneas, dirigiéndose entonces a la calle Estrada Palma -la breve cuadra que cubre a todo lo largo la iglesia de La Soledad- y, doblando a la izquierda, se adentraban en la calle Avellaneda, rumbo norte hasta Van Horne y, de nuevo, la Avenida de Los Mártires hasta la Plaza Méndez.
Sencillo obelisco en la antigua "Plaza de Méndez", donde fueran fusilados en 1851
Joaquín de Agüero, Tomás Betancourt, Fernando de Zayas y Miguel Benavides.
Era el extremo norte de la ruta "Libertad-Mártires". (Foto: www.camaguey.cu.)
Iglesia y Plaza de La Caridad. La Plaza de La Caridad era el extremo sur de
la ruta "Libertad-Mártires". (Foto en una tarjeta postal anterior a 1905.)
La Plaza de Maceo (antigua Paula), en cuyo pavimento
aún se pueden apreciar restos de los rieles.
(Foto: www.adelante.cu.)
La ruta Bembeta-Garrido poseía también un recorrido no menos importante y extenso. Si tomamos como punto de partida la Plaza de la Soledad podríamos reconstruir su recorrido de esta forma: Estrada Palma, Avellaneda, San Esteban (Oscar Primelles) y, cruzando otro pequeño puente sobre el Hatibonico, las líneas se adentraban en La Zambrana y Garrido.
Al regreso de ambos repartos, después de pasearse por la Avenida Camagüey y otras calles, los tranvías tomaban de nuevo la calle Estrada Palma, llegaban a la Plaza de La Soledad y seguían por esa misma calle hasta la Plaza de La Merced. Allí bordeaban la iglesia y giraban hacia la calle Padre Valencia, rumbo al otro extremo de la ruta: Bembeta. En la esquina de Padre Valencia y Bembeta doblaban a la izquierda en esta última calle hasta llegar a San Clemente (Raúl Lamar), punto final del recorrido, desde donde se emprendía el camino del regreso. Pasaban de nuevo cerca de la puerta del cementerio y junto al Parque Gonfaus, y desandaban todo el camino hasta llegar a la Plaza de la Soledad y dirigirse otra vez al extremo este de la ciudad: Garrido.
Uno de nuestros últimos y recordados tranvías mientras hacía su recorrido
por la Avenida de Los Mártires, a la altura de la Iglesia de San José.
(Foto de la colección de Joseph P. Saitta.)
No fueron muchos los accidentes de tráfico provocados por los tranvías. La mayor parte de las veces se debían a la imprudencia de muchachos que, en bibicleta, gustaban de asirse a ellos para ahorrarse el pedaleo. Este fue el caso de un joven que perdió un pie al resbalar y quedar aprisionado entre las ruedas del tranvía, accidente ocurrido en la Plaza de La Caridad. Sin embargo, las crónicas sí recogen un lamentable accidente en la calle Padre Valencia a la altura del Teatro Principal, al descarrilarse en ese lugar un tranvía de la ruta Bembeta-Garrido en el año 1946. En esa ocasión, al incrustarse el tranvía contra una pared, aprisionó a la joven Ada Álvarez, empleada de "La Gran Señora", que transitaba por el lugar. Sus piernas quedaron destrozadas y las heridas que sufrió fueron tan graves que falleció a causa de ellas.
El adiós de los tranvías
En resumen, la red tranviaria de la ciudad de Camagüey tenía doce kilómetros y medio de vías y un personal de más de 100 empleados. Sus talleres se encontraban en la calle Estrada Palma, frente a la calle Vergés, enclavados en terreros de la Compañía Cubana de Electricidad. En estos talleres hasta se llegaron a fabricar algunos tranvías.
En 1926 todo el sistema pasó a ser propiedad de la "Havana Electric Railway", que mantuvo su funcionamiento hasta la disolución de la compañía en 1950. A partir de entonces, y por un corto período de menos de dos años, la Cooperativa de Transportes de Camagüey se hizo cargo de nuestros tranvías, los que dejaron de circular, definitivamente, en la medianoche del 23 de febrero de 1952. La Cooperativa de Transportes de Camagüey operaba ya otras rutas de guaguas, entre ellas "Vigía-Agramonte", "Vigía-Granja" y "Vigía-Santa Cruz".
Durante más de medio siglo los tranvías de Camagüey llenaron con creces la función para la que fueron destinados. Primero, de sangre; luego, eléctricos. Lentos, grandones, con su clan-clan inevitable y sus tediosas esperas en los cruces, o las producidas cuando el trole se zafaba del cable y el conductor sacaba medio cuerpo por una ventanilla para tratar de volverlo a su sitio, son ya una estampa más entre las tradiciones de nuestra legendaria ciudad.
No se puede dejar de mencionar que el trole también se "zafaba" otras veces por causas provocadas intencionalmente. Emilio Cosío, en una de sus magníficas Estampas, Los huéspedes, nos lo relata:
"… Los 'trolleys' servían al menos para darle energía al tranvía. Y también para que, celebrando la Semana del Niño, los estudiantes de bachillerato los zafáramos para detenerlo, invadirlo e irnos a pasear gratis. Con la segura bienvenida de las chinches del tranvía. Que se volvían locas tratando de atender a tanto niño. Niños que teníamos ya la voz más ronca que Popeye el Marino. Y nadie se explicaba por qué aquel atajo de viejos celebraban la Semana del Niño…"
Fueron el seguro medio de transporte de nuestros abuelos de sombrero de pajilla y de bastón y paraguas. De muchos de nuestros padres y madres cuando iban al Instituto o a la Normal de "San Zenón". Y de muchos de nosotros mismos. De los vecinos de La Vigía, que iban hasta el cementerio por "un medio" (medio real, "nickel" o cinco centavos) y una transferencia…
En fin, de todos los habitantes de una capital de provincias que "trepó a ciudad en cables de tranvías" -según las poéticas palabras de Agustín López Ramírez-, y que, dando paso al progreso, dejó un día a un lado sus ya viejos y descoloridos tranvías, aquellos "inmensos cangrejos amarillentos" (luego anaranjados) que los llamara José Bonifacio Flores en su improvisado discurso de inauguración, y los cambió por guaguas, más eficientes y rápidas, y sin necesidad de troles, cables ni rieles. Ni de las tediosas esperas en los cruces.
Como un último tributo a nuestros tranvías, esta sencilla crónica se cierra con un soneto de la inspiración del Dr. Agustín López Ramírez, galeno y poeta:
Los tranvías
Camagüey tenía veinte exactamente,
carromatos eléctricos ruidosos
que la surcaban casi presurosos
pese al ritmo pausado de la gente.
Sobre rieles de anchura diferente
contoneábanse en gestos voluptuosos,
y a su vaivén viajeros valerosos
chocaban entre sí efusivamente.
Animales y carros asustados,
como de algún dragón de años pasados,
compartían los azares de las vías.
Todos color naranja, ¡eran tan bellos!
Camagüey, que creció gracias a ellos,
trepó a ciudad en cables de tranvías…
|
_______________________
Fuentes:
-
Geografía de Cuba, Dr. Leví Marrero, Editorial Minerva.
-
¿Conoció usted los tranvías de Camagüey?, Héctor Juárez
Figueredo, Boletín Diocesano Nº 62, noviembre de 2003, Camagüey.
-
The Washington Post Magazine. May 16, 2004.
-
Los tranvías de Camagüey, Manuel Funes Cardoso, Revista
"El Camagüeyano Libre", Miami.
-
El tranvía camagüeyano, Miguel A. Rivas, Revista "El
Camagüeyano", Miami.
- The Tramways of Camagüey, Allen Morrison, http://www.tramz.com/cu/tto.html.
-
Los huéspedes, Estampa cubana del Dr. Emilio Cosío.
-
Los tranvías, soneto del Dr. Agustín López Ramírez, Revista
"El Camagüeyano", Miami.
-
Y mi memoria.
|