>Quiénes somos>El Camagüey>Las Fiestas del Niño Jesús de Praga en Camagüey
Ana Dolores García,
para Camagüeyanos por el Mundo.
Enero 17 de 2005.
Estamos en el mes de enero, en el que tradicionalmente se celebraban en Camagüey (en su cuarto domingo) las Fiestas del Niño Jesús de Praga en la Iglesia de La Merced, con gran movilización de los niños de nuestra ciudad, particularmente alumnos de colegios religiosos. Es interesante recrear esa festividad para los que felizmente aún la recordamos (eso quiere decir que todavía vivimos), o para contársela a las nuevas generaciones que nunca la conocieron.
Indudablemente resulta extraño que la devoción al Niño Jesús de Praga se hubiera enraízado tan fuertemente en nuestra ciudad. Cuando visitamos ciudades como Baltimore u otras de Pennsylvania o de esta área de los Estados Unidos, solemos ver innumerables y pequeñas imágenes suyas detrás de los cristales de las ventanas de muchas casas. Ello es fácil de explicar dada la numerosa inmigración checa que hubo en esta parte del territorio estadounidense. No es precisamente el caso de Cuba. ¿Por qué entonces?
En primer lugar, digamos que el original "Niño Jesús de Praga" ni es de Praga ni es checo. Es español. Su historia comienza en España. Es la obra de un artista desconocido. Se cree que procedía de un convento entre Córdoba y Sevilla y que es una copia de una venerada escultura en madera.
¿Cómo viajó a Praga? En el siglo XVII Doña Isabela Manrique de Lara y Mendoza la obtuvo y la envió a Praga como regalo de bodas a su hija María Manrique de Lara que se casaba con un noble checo. Ésta la regaló posteriormente a su propia hija Polyxena en su primer matrimonio, la que al morir la donó a un monasterio de frailes carmelitas de la ciudad de Praga. Los anales del monasterio relatan numerosas leyendas y milagros atribuidos al Niño Jesús, al que ya comenzó a llamársele "de Praga". La devoción hacia él iba creciendo. Sus milagros eran divulgados ampliamente, extendiéndose su culto por toda Europa y, por supuesto, América. La Orden de los Padres Carmelitas Descalzos, guardianes de la primitiva imagen, fue la propulsora del desarrollo de esta devoción.
Como sabemos los camagüeyanos, nuestro templo y convento de La Merced fueron fundados por la Orden de los Padres Mercedarios, los que años después abandonaron la ciudad; convento y templo pasaron a ser ocupados por los Padres Carmelitas. Con ellos se trajeron la devoción al Niño Jesús de Praga.
La primera asociación del Niño Jesús de Praga en Camagüey fue establecida en el año 1900, pero el principal animador de esta devoción en nuestra ciudad fue el P. Elías, sacerdote carmelita nacido en Toledo en 1879, que llegó a nuestra ciudad en 1909 para permanecer en ella hasta su muerte en 1942. A él se debió todo el esplendor que año tras año fueron teniendo estas fiestas en honor del Niño de Praga, las que se prolongaron aún después de su muerte. Para la novena que precedía al día de la festividad, el templo se engalanaba con bellos y valiosos tapices que cubrían sus anchas columnas, todo ello enmarcado por numerosas guirnaldas de flores.
Además de las devociones mantenidas por la "Archicofradía" y de las visitas domiciliarias de capillitas con la imagen, y sobre todo de las obras sociales que se realizaban entre los niños menos afortunados, cada cuarto domingo de enero la mayor parte de la población infantil de Camagüey se volcaba en las calles, unos desfilando, otros viendo el desfile. La procesión recorría en horas de la tarde las calles de Cisneros, Luaces e Independencia. La imagen del Niño, sobre una bella carroza de estilo gótico que data del año 1913, cerraba la procesión. Delante iba, en otra carroza más pequeña, la imagen de Santa Teresita del Niño Jesús. Y en torno a ambas, niñas vestidas de angelitos con sus primorosos trajes azules, blancos y rosados; "Soldaditos del Niño Jesús de Praga" con elegantes uniformes militares, y niños y niñas de las parroquias de la ciudad que habían recibido la Primera Comunión esa mañana en la Misa solemne que era la parte principal de estas festividades, y en la que siempre oficiaba el obispo de la diócesis. A todo ello se agregaba el pleno de los alumnos de las escuelas religiosas de la ciudad y sus bandas de música, y una legión de niños en bicicleta, engalanadas éstas con vistosas cintas de colores alrededor de los rayos de sus ruedas.
Hoy en día las procesiones, como demostraciones públicas de la fe popular, tienden a desaparecer. En nuestra patria principalmente por las circunstancias imperantes, y en otros lugares porque la propia Iglesia ha ido reconsiderando su verdadero valor. Sin embargo, algunos pueblos, sobre todo los de cultura hispánica, las conservan. Lamentablemente, a la par que sirven como testimonio de fe popular, no deja de hablarse también del interés turístico involucrado.
Camagüey, como Trinidad, fue pródiga en procesiones. La más famosa de todas es la del Santo Entierro, el Viernes Santo, cuando sale a la calle ese magnífico sepulcro en plata, único en Cuba, que ha dado lugar a una de nuestras más conocidas leyendas. Es posible que la procesión del Niño Jesús de Praga haya sido también única en Cuba. Después de todo, es algo que merece referencia al relatarse las costumbres de nuestro pueblo. Al menos como cosa pintoresca.
Fuentes:
• Una Devoción con una Interesante Historia: el Niño Jesús de Praga.
Luis Peix Riverón, Revista Enfoque, Arquidiócesis de Camagüey, Octubre-Diciembre 2001, Año XXI, Nº 76.
• http://www.karmel.at/prag-jesu/english/firsten.htm.
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