>Del saber>El Profeta habla de los cubanos
Dr. Luis Aguilar León (Lundy).
Desde una roca en el puerto el Profeta contemplaba la blanca vela de la nave que a su tierra
había de llevarlo. Una mezcla de tristeza y alegría inundaba su alma. Por nueve años sus sabias
y amorosas palabras se habían derramado sobre la población. Su amor lo ataba a esa gente. Pero
el deber lo llamaba a su patria: había llegado la hora de partir. Atenuaba su melancolía
pensando que sus perdurables consejos llenarían el vacío de su ausencia.
Entonces un político de Elmira se le acercó y le pidió: "Maestro, háblanos de los cubanos".
El Profeta recogió en un puño su alba túnica y dijo:
"Los cubanos están entre vosotros, pero no son de vosotros. No intentéis conocerlos porque su
alma vive en el mundo impenetrable del dualismo. Los cubanos beben de una misma copa la alegría
y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen con su música. Los cubanos toman en serio
los chistes y hacen de todo lo serio un chiste. Y ellos mismos no se conocen.
Nunca subestiméis a los cubanos. El brazo derecho de San Pedro es cubano y el mejor consejero
del maligno es también cubano. Cuba no ha dado ni un santo ni un hereje. Pero los cubanos se
santifican entre los heréticos y heretizan entre los santos. Su espíritu es universal e
irreverente. Los cubanos creen simultáneamente en el Dios de los católicos, en Changó, en la
charada y en los horóscopos. Tratan a los dioses de tú y se burlan de los ritos religiosos.
Dicen que no creen en nadie y creen en todo. Y ni renuncian a sus ilusiones, ni aprenden de
las desilusiones.
No discutáis con ellos jamás. Los cubanos nacen con sabiduría inmanente. No necesitan leer:
todo lo saben. No necesitan viajar: todo lo han visto. Los cubanos son el pueblo elegido... de
ellos mismos. Y se pasean entre los demás pueblos como el Espíritu se pasea sobre las aguas.
Los cubanos se caracterizan individualmente por su simpatía e inteligencia y en grupo por
su gritería y apasionamiento. Cada uno de ellos lleva la chispa del genio, y los genios no se
llevan bien entre sí. De ahí que reunir a los cubanos es fácil; unirlos, imposible. Un cubano
es capaz de lograr todo en este mundo, menos el aplauso de otro cubano.
No les habléis de lógica. La lógica implica razonamiento y mesura, y los cubanos son
hiperbólicos y desmesurados. Si os invitan a un restaurante, os invitan a comer no al mejor
restaurante del pueblo, sino 'al mejor restaurante del mundo'. Cuando discuten no dicen,
'No estoy de acuerdo con usted'; dicen, 'Usted está completa y totalmente equivoca'o'.
Sufren de una marcada obsesión fágica. 'Se la comió', es una expresión de admiración; 'Comerse
un cable', señal de situación crítica, y llamar a alguien 'Comedor de excrementos' es su
más usual y lacerante insulto. Tienen voluntad piromaníaca: 'Ser la candela' es ser cumbre.
Y aman tanto la contradicción que llaman a las mujeres hermosas 'monstruos' y a los eruditos
'bárbaros'; y cuando se les pide un favor no responden sí o no, sino que dicen, '¡Sí, cómo
que no'!
Los cubanos intuyen las soluciones aun antes de conocer los problemas. De ahí que para ellos
'nunca hay problema'. Y se sienten tan grandes que a todo el mundo le dicen 'chico'. Pero
ellos no se achican ante nadie. Si se les lleva al estudio de un famoso pintor se limitan a
comentar, 'A mí nunca me dio por pintar'. Y van a los médicos no a preguntarles, sino a
decirles lo que tienen.
Usan los diminutivos con ternura, pero también con voluntad de reducir al prójimo. Piden
'un favorcito', ofrecen 'una tacita de café', visitan 'por un ratico', y de los postres sólo
aceptan 'un pedacitico'. Pero también a quien se compra una mansión le celebran 'la casita'
que adquirió, o 'el carrito' que tiene a quien se compró un coche de lujo.
Cuando visité su isla me admiraba su sabiduría instantánea y colectiva. Cualquier cubano se
consideraba capaz de liquidar al comunismo o al capitalismo, enderezar a la América Latina,
erradicar el hambre en África y enseñar a los Estados Unidos a ser potencia mundial. Y se
asombran de que las demás personas no comprendan cuan sencillas y evidentes son sus fórmulas.
Así, viven entre ustedes, y no acaban de entender por qué ustedes no hablan como ellos".
Había llegado la nave al muelle. Alrededor del Profeta se arremolinaba la multitud transida
de dolor. El Profeta tornose hacia ella como queriendo hablar, pero la emoción le ahogaba la
voz. Hubo un largo minuto de conmovido silencio. Entonces se oyó la imprecación del timonel
de la nave: "¡Decídete, mi hermano, date un sabanazo y súbete ya, que ando con el
esquediul retrasa'o!"
El Profeta se volvió hacia la multitud, hizo un gesto de resignación y lentamente abordó la
cubierta. Acto seguido, el timonel cubano puso proa al horizonte.
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