>Del saber>La caridad empieza en casa
Luis A. Dumois Núñez.
Guadalajara, México, abril de 1998.
Hace unos meses, el mundo se estremeció con las noticias provenientes de
Acteal, Chiapas. Más de cuarenta personas, mujeres y niños incluidos, fueron
brutalmente asesinadas mientras rezaban por la paz en sus comunidades. Los
autores de esta masacre fueron elementos armados por grupos que se oponen al
Ejército Zapatista de Liberación Nacional, EZLN.
Esto sucede después de cerca de 500 años de guerra ininterrumpida entre las
poblaciones blancas y mestizas de Chiapas, y los descendientes de una de las
más avanzadas culturas pre-hispánicas, los mayas.
Hace unas semanas nos sacudieron las noticias de lo acontecido en Jonesboro,
Arkansas. Niños de once y trece años de edad, fuertemente armados, abrieron
fuego contra sus compañeros de escuela y maestros, aprovechando la sorpresa
y la confusión creadas por una alarma de incendios disparada en horas de
clase. Cinco personas murieron, y varias más quedaron gravemente heridas.
Esto sucede después de episodios similares, ocurridos sólo unos meses antes,
en West Paducah, Kentucky, y en Pearl, Mississippi. Estos no son los únicos
ataques públicos reportados en los Estados Unidos, pero pareciera ser que
estos eventos se presentan ahora con más frecuencia, con niños cada vez más
chicos detrás de las armas.
Somos testigos de violencia verbal y ataques personales, todos los días, en
los foros de discusión que operan en la red mundial. Camagüeyanos por el
Mundo no es la excepción, tal y como todos los que participamos aquí de
manera regular, y desde hace tiempo, bien sabemos. Incluso disponemos de un
verbo muy gráfico -flaming-, flamear, para describir el comportamiento
de aquéllos que se permiten atacar de manera desconsiderada a las demás
personas que actúan en el foro.
Eso sucede después de cerca de 2,400 años de cultura occidental, entre gente
supuestamente educada para discutir de manera civilizada.
Los mexicanos apuntamos con el dedo a los indios, porque no se integran a
nuestra sociedad. Los mayas señalan al resto del mundo, que no les hace el
menor caso. Psicólogos, políticos y padres de familia culpan a la violencia
en televisión y a la facilidad de acceso a las armas de promover los ataques
en los Estados Unidos. Los participantes en foros condenamos a los demás por
no ser capaces de entender "nuestra" verdad.
Pero siento que hay un común denominador, bajo la superficie, compartido por
todos estos comportamientos lamentables: parece que no entendemos lo que es
una persona.
Tal vez una de las causas más importantes de los múltiples conflictos que se
presentan en este revuelto mundo de hoy sea el olvido en que tenemos a la
persona.
Bueno, no es una idea fácil de aprehender. Los griegos, que plantearon casi
todos los problemas filosóficos básicos, y que aportaron soluciones para
muchos, no descubrieron el concepto de persona. Sólo hasta después de Cristo
es que se desarrolló una idea clara y precisa de persona en la tierra.
Consecuencia fundamental del concepto de persona es que ésta merece todo
nuestro respeto. ¡Y qué poco se sigue este principio básico! Gritamos,
insultamos, y pasamos por encima de las personas que son nuestros hijos
porque estamos de mal humor, o porque el chiquillo no hizo las cosas
exactamente a nuestro gusto. Tratamos de manera injusta al débil porque
somos fuertes. Maltratamos al que se deja. Abortamos porque la víctima
indefensa e inocente no puede levantar su voz para pedir clemencia.
¡Dictaduras, guerras, asesinatos, tortura, sojuzgamiento, injusticias,
atropellos sin cuento!
Y participamos en foros de discusión inefectivos en donde no se respeta a la
persona.
Me encantaría poder adelantar soluciones viables a los problemas de Chiapas,
a la opresión, al hambre, a la violencia inmisericorde. Sería muy feliz si
pudiera entender y prevenir los tiroteos y muertes en lugares públicos,
tanto en los Estados Unidos como en el resto del planeta. Mucho me temo que
mis esfuerzos terminarán, como decimos por acá, en una revolución de café.
Una vez concluida mi perorata, junto con el café que la acompañe, todo
volvería a ser como antes, justo como en Alicia en el País de las
Maravillas.
Apuntaré a un blanco mucho más modesto: quisiera proponer un par de ideas
que nos ayuden a disfrutar de mejores grupos y foros de discusión, a
nosotros, asiduos usuarios de Internet. Tal vez podamos aplicar estos
conceptos en nuestro foro, después entre nuestros familiares y amigos, y
entonces (¿quién sabe?), quizá podamos llevarlos a Chiapas, México, los
Estados Unidos y el resto del mundo. Sé que esto es sólo un pequeño grano.
Un grano no hace granero, pero ayuda al compañero, como bien dice el viejo
proverbio español.
Así que empecemos.
Hay algo que distingue de manera importante a nuestra civilización occidental
de otras: la forma en que tratamos de llegar a la verdad. Antes de los
antiguos griegos, el gurú, el maestro iluminado, era el portador y
transmisor de la verdad absoluta. Magister dixit, el maestro lo dijo,
era razón suficiente para que el dicho fuera creído y adoptado por todos. Los
griegos desarrollaron una escuela de pensamiento diferente: "No, nada de que
lo dijo el maestro; ven para acá y vamos a discutir el asunto". Sócrates
inventó una técnica, la mayéutica, para inducir en sus interlocutores el
proceso lógico que llevara al descubrimiento de la verdad. Más que adelantar
sus ideas de manera directa, Sócrates preguntaba y re-preguntaba hasta que
se llegaba a conclusiones satisfactorias sobre el tema en discusión. Los
Diálogos de Platón ejemplifican de manera maravillosa los métodos de su
querido maestro.
La idea que quiero dejar clara en este momento es que el verdadero y válido
objetivo de los grupos o foros de discusión es encontrar la verdad. Y en ese
encuentro, llegar a consensos que permitan tomar decisiones y resolver
problemas.
¿Por qué entonces, con objetivo tan valioso, tan importante, como es la
búsqueda de la verdad, y con tantos recursos a nuestro alcance, fracasan
tantos grupos de discusión? ¿Por qué tan pocos se convierten en espacios
agradables, sanos, libres de agresión inútil? ¿Por qué tan escasos los
grupos efectivos? Pienso que por dos razones fundamentales:
º Competencia
Los participantes en los foros de discusión inefectivos olvidan el objetivo.
Se concentran en ganar la discusión, en imponer sus puntos de vista a
ultranza, en competir por ver quién logra imponer su razón, quién dice la
última palabra, en lugar de preocuparse porque la verdad surja.
º No se respeta a la persona
En los foros inefectivos se ataca de manera directa y desconsiderada a la
persona. De hecho, se desconoce el concepto de persona y se pasa por encima
de ella sin el menor respeto. Se olvida que la persona no forma parte del
tema que se discute, y se atropella al otro en un intento por descalificar
lo que dice o sostiene.
Con esto claro, es fácil sugerir qué hacer para lograr el éxito en un foro
de discusión:
º Concentración en el objetivo: la verdad
Los participantes de los grupos de discusión efectivos se concentran en el
verdadero objetivo: la búsqueda de la verdad. No pierden el tiempo en
competencias inútiles ni en tratar de imponer su personalidad sobre las de
los demás. Esta actitud refleja una cualidad básica, fundamental, para crear
un grupo exitoso: honestidad. Y un sentimiento arraigado en todos y cada uno
de los miembros: amor sincero, profundo, por la verdad. La verdad se impone
y derriba las barreras de las personalidades en pugna. No importa quién dice
la verdad: lo importante es que se diga.
º Respeto por la persona
En los foros de discusión efectivos se discuten las ideas; jamás se ataca a
las personas. No se hacen alusiones, ni directas ni veladas, a ninguna
característica de la persona que participa. No se generaliza sobre tal o
cual grupo de personas o sobre este u otro país. Los grupos de discusión
efectivos ponen las ideas sobre la mesa y dejan a las personas fuera de la
argumentación.
De esta manera, mis queridos colegas foristas, no tenemos que resignarnos a
participar en foros de discusión estériles y desagradables. En nuestras
manos está el llevar a nuestro grupo hacia un espacio en donde convivan los
valores con las personas, en un ambiente de respeto y civilidad, y en donde
el objetivo básico de la discusión se cumpla: el encuentro con la verdad.
La caridad empieza en casa. Empecemos por respetarnos a nosotros mismos, a
nuestros amigos y familiares, para extender después esta noción de respeto a
la persona al ámbito de nuestros pueblos y ciudades. Y enseguida, al mundo
entero.
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